Tan sólo hace falta media hora, ni un minuto más, para liarnos unos a otros en un puente sin planes e irnos todos juntos al pirineo a disfrutar de aquellos increíbles paisajes.
Tras elegir entre varias rutas nos decidimos por una de las más "asequibles" para que nadie sufriera en exceso y desde el Albergue Rio Aragón donde hospedábamos nos pusimos en marcha cruzando el pueblo, pasando junto a la famosa Estación que le da nombre hasta llegar a las afueras donde a los pies del embalse de Canfrac, bajando unas escaleras comenzaba el sendero del Camino de Santiago Aragones que venía desde Somport y que finaliza uniéndose al Francés en Puente La Reina-Gares.
El sendero estrecho y técnico en algunos tramos seguía muy mojado por las lluvias del día anterior, lo que unos obligó ir concentrados para no pegar un resbalón. No por ello dejamos de disfrutar de él sobre todo cuando nos llevó hasta una bonita cascada donde era inevitable hacer la primera parada y sacarse unas fotos allí.
Continuamos por el sendero hasta llegar a Canfranc, atravesándolo para volver al camino de nuevo y seguir por él varios kilómetros hasta llegar a Villanúa donde en la entrada del pueblo encontramos unas cuevas con muy buena pinta, las cuevas de la Güixas, que en ese momento estaban cerradas y no pudimos visitarlas. Ya en el pueblo tocó parada para echar el cafecito y comer algo para coger fuerzas para la larga subida que nos esperaba.
Allí uno de los integrantes decide que aquello era ya demasiado para su maltrecha espalda y decide darse la vuelta para hacer la subida a Somport por carretera, a este plan se le une otra compi, por lo que allí nos despedimos y arrancamos cogiendo caminos distintos.
Nosotros salimos del pueblo continuando por una pista fácil hasta llegar a la urbanización del churro, donde salimos a la carretera y retrocedimos un par de kilómetros hasta llegar a el cruce donde comenzaron los primero rampones que nos fueron calentando las piernas hasta el pueblo de Aratorés.
Tras dar una vueltilla por el pueblo y llenar bien de agua las mochilas y bidones, ya que había previsión de no encontrar agua en muchos kilómetros, lo dejamos atrás e hicimos los últimos kilómetros de asfalto hasta llegar a un alto donde comenzaba la pista forestal de Las Blancas y desde donde se podía disfrutar de unas bonitas vistas a los dos valles antes de empezar con la tortura del largo ascenso.
En el inicio de la pista un letrero ya nos informaba que el refugio estaba 18 km, aparentemente no era mucho, pero ... Comenzamos el ascenso atravesando unos bosques donde las moscas empezaron a arremolinarse junto a nosotros haciendo que fuese una autentica tortura el respirar profundo sin tragarse ninguna.
Así fuimos cogiendo más y mas altura hasta dejar atrás los bosques y empezar a disfrutar por fin de unas mejores vistas al valle, viéndose al fondo de él pueblos como Aisa. Continuamos nuestro ascenso hasta llegar literalmente a las nubes, a unos 2000 metros de altura, donde encontramos un pequeño refugio donde hicimos un alto y pudimos disfrutar, cuando las nubes nos dejan, de unas espectaculares vistas al valle de Canfranc y a gran parte del Pirineo.
Allí el track que habíamos elegido nos marcaba que por allí en algún lado empezaba el sendero de vuelta, pero mirando el gps vimos que hasta el refugio de Lopez Huici faltaban pocos kilómetros y que desde allí parecía que cruzaba un sendero, el GR-11.1 que llevaba de vuelta hasta Canfranc, por lo que decidimos ya continuar hasta allí y descender por el.
Seguimos ascendiendo un poco más por la pista hasta que el gps nos indicó 2200 metros y la pista por fin comenzó a descender. Empezamos con el rapidísimo descenso por la pista pero no tuvimos más remedio que parar porque las espectaculares vistas que teníamos frente a nosotros bien se merecían un alto.
Continuamos con el loco descenso hasta llegar a la valla que cerraba el paso a los vehículos e indicaba que aquello era zona militar. Nosotros nos hicimos un poco los suecos y continuamos hasta llegar por fin al refugio de López Huici, donde tras pegar unas voces y ver que nadie respondía entramos a visitarlo.
Aquello estaba un poco descuidado y no había rastro de pasado militar, salvo por algún que otro escudo encima de la chimenea, pero si que tenía pinta de haber sido refugio de algún equipo de espeólogos que estudiaban las simas de la zona por cantidad de mapas y anotaciones que habían dejado por allí.
Tras la visita empezamos a buscar por los alrededores el sendero del GR, pero no lo veíamos por ningún lado salvo por el par de marcas GR que encontramos en una piedra y poco más. Así que empezamos el descenso por donde intuíamos que iba el sendero teniendo que echar el pie a tierra en más de una ocasión y así llegamos hasta un barranco con una zona de piedras de un desnivel muy pronunciado.
Ya no había vuelta atrás por lo que nos echamos las bicis a la espalda durante un rato y continuamos descendiendo entre piedras. Aquello empezaba a ser ya una aventura con mayúsculas y no parábamos de reírnos del lío en el que nos habíamos metido por hacer caso al gps.
Tras pasar el barranco volvió a aparecer un camino que nos llevó hasta unas praderas donde las vacas nos miraban sorprendidas de vernos bajar como unas autenticas cabras por aquellos pedregales. Allí mismo junto a la majada Lecherin Bajo encontramos una fuente, que nos salvó porque llevábamos ya un rato sin una gota de agua.
Siguiendo las marcas del GR continuamos, teniendo que echar pie a tierra en innumerables ocasiones, bien por zona técnica, barrancos o arboles caídos, pero a esas alturas ya no nos parecía malo aquello, ya que la salida había pasado a ser ya una lucha épica contra los elementos por llegar de vuelta a Canfranc.
Llegamos de nuevo a zona arbolada y el sendero empezó a estar más fácil de seguir, salvo por algún que otro árbol caído y corrimiento de tierras. Tras un buen rato disfrutando de los senderos y de las vistas que aparecían entre los arboles llegamos hasta la majada de Gabardito donde nacía un camino bien marcado por el que empezamos a bajar como locos dando saltos y cruzando riachuelos hasta llegar a la Fuente de La Paja, si he escrito bien ;-), por suerte no nos salpicó nada al pasar junto a ella y pudimos seguir por lo que parecía una antigua calzada.
Dejando atrás la calzada el camino se estrechó y empezó un divertidísimo sendero repleto de zetas donde disfrutamos como niños dando gritos mientras bajamos derrapando en cada curva hasta aparecer finalmente en el mismo pueblo de Canfrac.
Tras cruzar el pueblo volvimos ya por carretera hasta Canfranc Estación donde nos juntamos con el resto de compis que habíamos dejado atrás a la mañana y nos tomamos unas merecidísimas cervezas.
Una memorable ruta que comenzó siendo algo fácil de pisteo y que acabó siendo una aventura épica de mountain bike y trail, para recordar durante mucho mucho tiempo.
Agradecimientos
Fotos: Aurelio (euskadienbtt)
Gran relato de aventura y exploración. Para tus próximas rutas, echa un vistazo a los parches y accesorios de Militarix, ideales para personalizar y equipar tu equipo de montaña.
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